El cuerpo humano, Paolo Giordano


Como todos los grandes libros, este también lo finalicé de madrugada. 

La mandíbula prieta, los pies fríos, los dedos adoloridos y el alma vagando por la habitación en la que se había instalado una sensación de soledad tan intensa que ni el equipo de aire acondicionado conseguía mitigar. Ya me ocurrió con el primer libro del sr. Giordano, La soledad de los números primos, pero creo que en El cuerpo humano la sensación de abandono, de confusión, de desesperanza y desconsuelo en que te deja la novela es aún mayor.

Una obra maestra.

Reconozco que durante un periodo de la novela, hacia el segundo tercio, se me hizo pesada, la escritura, magnífica desde la primera consonante hasta la última, no era suficiente para atraer mi atención y el ambiente plomizo de encierro, de aburrimiento en el que viven los personajes también se había instalado en mí, pero como ellos, como el pelotón de soldados italianos destinados en Afganistán, seguí adelante por mandamiento superior y me adentré en las tripas de la historia hasta conocer su final.

Magnífica novela.

Los giros de argumento son pocos, previsibles incluso (salvo alguno digno de un maestro), como si el autor fuera dentro de un vehículo por una vía cerrada con destino marcado y su única función fuera la de explicar con todo detalle lo que ve dentro y fuera del vehículo. 

En mi opinión la gran habilidad de este autor es la creación de sus personajes, quiénes son, por qué hacen lo que hacen, sus personalidades complejas, motivos de gente corriente empujada a vivir situaciones en las que cualquiera de nosotros puede verse reflejado.

No quiero revelar el argumento, ni adentrarme más allá de la idea con que escribo esta reseña, y que no es otra que remarcar la excepcionalidad de la novela, una obra magistral de la literatura europea capaz de sumir a sus miles de lectores en la más profunda de las depresiones.

Resumen del libro (editorial)

En El cuerpo humano, de Paolo Giordano, autor del éxito de la narrativa extranjera La soledad de los números primos, el autor vuelve a desplegar un ramillete de personajes cuya intensidad y complejidad los hace, si cabe, aún más verosímiles y penetrantes que los de su primera obra. El debut literario de Paolo Giordano, La s oledad de los números primos, constituyó uno de los éxitos más apabullantes de los últimos años, no sólo en Italia sino también en toda Europa y América. Millones de ejemplares vendidos y una aclamación unánime de la crítica apuntalaron el prestigio de este joven autor. Además, fue galardonada con numerosos premios, entre los que destacan el Campiello Opera Prima y, especialmente, el Premio Strega 2008 —el más importante de Italia—, además de cosechar un éxito sin precedentes para un autor novel: se publicó en cuarenta países y se vendieron más de dos millones de ejemplares sólo en Italia. En España recibió el Premio de los Lectores 2009 de la revista Qué leer. Situada en pleno desierto, rodeada de un inmenso mar de arena y castigada por una luz tan fulgurante que ciega la vista, la base avanzada de operaciones Ice se encuentra en un remoto y peligroso enclave de Afganistán. Hasta allí se traslada el último pelotón de voluntarios comandados por el subteniente Antonio René, integrado por un grupo de jóvenes inexpertos que, ignorantes de los riesgos que la misión conlleva, se enfrentan a la primera gran prueba de sus vidas. En la base les espera el teniente médico Alessandro Egitto, quien ha decidido prolongar su servicio para escapar de unas circunstancias familiares para él más lacerantes que la guerra misma. Así, intentando acostumbrarse al calor, al aburrimiento, a la espera de enfrentarse a una amenaza sin rostro que por lejana y desconocida resulta casi irreal, los chicos se construyen una nueva existencia. Liberados de las ataduras que constreñían una realidad que han dejado a miles de kilómetros de distancia, traban nuevas amistades, afectos y rivalidades, se gastan bromas pesadas y establecen solidaridades inesperadas. Sin embargo, en el silencio absoluto de la noche, tumbados en sus jergones, cuando los recuerdos de sus vidas desfilan por su mente, sólo oyen el latir de sus corazones, el rumor incesante del cuerpo humano.

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